Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, se postre y adore la estatua de oro y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo.Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado. (Daniel 3:10-12)
Cuando hablamos de Sadrac, Mesac y Abed-nego recordamos inmediatamente como estos hombres fueron salvados de morir al ser arrojados al horno de fuego, recordamos que el Señor los rescató. Leemos estos primeros versos y descansamos en el final: Dios los salva.
Ahora, piensa por un momento que no conoces el final de la historia, que eres tú uno de ellos y te enfrentas a esto: Adorar a la estatua de oro o morir.
¿Lo pensaste?, ¿Qué harías?… en serio, ¿qué cosa pasaría por tu mente en ese instante?.
Estos hombres amaban a Dios, no conocían lo que pasaría pero tenian plena confianza en el Señor y respondieron de la siguiente manera:
He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. (Daniel 3:17-18).
Es impresionante la respuesta y lo que más me llama la atención son esas tres pequeñas palabras que he destacado: «Y SI NO». Ellos creían que Dios podía hacer algo, pero su confianza y fidelidad iba mas allá, estaban dispuestos a morir por Dios antes que servir a otros dioses. Ellos se abandonaron en manos de Dios.
Que distinta sería nuestra vida si tuviéramos la confianza que estos hombres tuvieron, que lo más importante para nosotros fuera agradar a Dios aún cuando esto nos costara amistades, familia, éxito, dinero, la vida entera.
Cristo es lo mas importante que podríamos tener, es el tesoro escondido por el cual debemos ser capaces de vender todo para adquirirlo (Mt 13:44). Él es más importante que nosotros, Él es mas glorioso y grandioso que cualquier cosa, por Él y para Él son todas las cosas (Rom 11:36).
Fuimos llamados para entregarnos por completo a Dios, creados para alabanza de su gloria, para que en todo su nombre sea exaltado. Y en este sentido debemos estar dispuestos a vivir y/o morir si es para su gloria.
¿Cual fue la reacción del Rey Nabucodonosor cuando vio todo esto?
Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios. (Daniel 3:28).
¿Nuestra vida glorifica a Dios? ¿Otros exaltan a Dios al ver nuestras vida? ¿Estamos dispuestos a seguir a Cristo aunque esto signifique perder todo?