Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró. Job 1:20
Job adoró. Ese par de palabras no dejan de dar vueltas en mi cabeza. Resulta interesante cómo Dios nos da ejemplos reales de alabanza y adoración en medio de circunstancias difíciles y cruelmente amargas. La reacción de este hombre parece ser sorpresiva en extremo para muchos de nosotros, ya que escapa al sentido común; quién iba a pensar que después de conocer la desdicha noticia de la muerte de sus hijos, criados y ganado (todo lo que tenía), se postraría en señal de rendición y humildad a los pies de Dios, y adoraría en su presencia.
En la intimidad podemos derramar nuestro corazón ante Él y conocer su rostro en aquellos lapsos de hermoso silencio y estrecha comunión, así como en desolación y dolor. No nos dejemos frenar por los problemas que vivimos alrededor, adoremos. Él siempre está allí.
Muchas veces, en momentos de tristeza y angustia, las palabras se atascan en la garganta oprimida, no aflora un contacto de nosotros hacia Dios por todo lo que acontece, y un mutis punzante inunda el ambiente; nuestra mente se satura de pensamientos nebulosos y duda. No nos sentimos capaces de hilar una oración, mantener una conversación con Aquel que nos ama celosamente. Más él entiende nuestra condición y conoce cada aspecto, por oculto que esté, de nuestra situación. Incluso, si lo único que podemos susurrar es un débil suspiro, un desesperado y cansado “ayuda”, “estoy mal, Señor”, él nos envolverá con sus brazos y nos dará consolación.
El cielo y el mar, por más tempestuosos e inclementes que lleguen a ser, no dejan de ser grandes e inmensurables. Dios, que no deja de ser Dios tanto en la calma como en el caos, está presto a recibirte con amor.
¿Cómo no alabarle por lo que Él es, así como Job? El Señor nos maravilla a cada instante con su ser; y la única respuesta natural a Su grandeza y santidad es la alabanza.
Aún en problemas y aflicción, alabemos a Dios.
Tremendo mensaje!!!!
En la alabanza descansa mi alma y encuentro paz para todo mi ser, es un honor poder alabar al Dios de mi salvación al Rey de reyes y Señor de señores. A ese Dios que prometió estar conmigo hasta el fin de los tiempos. Te alabo Señor.