«No olvides que antes de nacer te amé»
Con estas palabras parte esta canción. Un canto escrito a un hijo que aún no nace, a un nieto que no conozco, a un bisnieto que no he visto, a un tataranieto que no he sostenido en mis brazos.
Estas palabras son también el canto de Dios para su pueblo, Él nos amó primero y antes de que todo fuera creado ya había pensado en nosotros. Él nos ama mas allá de lo que hagamos o digamos y no hay nada ni nadie que pueda separarnos de su amor (Romanos 8:38-39). Es por eso que lo amamos, es por eso que lo adoramos, respondemos a su inmenso amor.
¿Recuerda la promesa que el Señor le hizo a Abraham?, aún en ese momento Dios estaba bendiciendo a miles, no era sólo a un hombre.
Jesús mismo oró por nosotros antes de ir a la cruz. Él murió sabiendo por quienes lo hacía y por su sangre hemos sido reconciliados con el Padre, ya no somos unos extraños, no somos esclavos ni extranjeros en tierra desconocida, somos miembros de la familia de Dios. En Cristo, la bendición de Abraham nos ha alcanzado. (Gálatas 3:6-14)
Cuan grande es el privilegio. No somos hijos de la casualidad, no fuimos engendrados por accidente, no somos hijos de esclavitud, somos hijos de la libertad.
Recuerde siempre que su vida esta en las manos de Dios, que la vida de sus hijos esta en sus manos, que la vida de sus nietos y toda su descendencia esta en las manos de nuestro Padre. Puede que nunca vea a mis tataranietos, puede que nunca los sostenga en mis brazos pero hay alguien que si lo hará… Dios.
HIJOS DE LA ETERNIDAD
No olvides que antes de nacer te amé,
oré por ti para que fueras de Él.
El tiempo no nos juntó,
el cuerpo no alcanzó.
Eres lo que Dios prometió,
la palabra que cumplió.
Hijos de la eternidad,
Hijos de la comunión,
Hijos de la libertad,
Hijos de la salvación.
Desde el principió nos amó,
desde el comienzo nos llamó.
Dios todo preparó,
para su plan nos escogió.
Hijos por su amor,
hijos por su perdón.
Hijos por su dolor,
Hijos por sangre… hijos de Dios.