Firmes contra el mal

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«Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la unrmadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos». (Ef 6:10-18)

Cuando abordamos el tema del mal que se mueve en este mundo caemos en dos extremos que son bíblicamente errados. Por un lado tenemos aquellos que lo sobrenatural les suena fantasioso y por ende debe ser falso, un mito, ideas que quedaron en el pasado, algo salido de la imaginación de mentes ignorantes. Al otro extremo tenemos a quienes ven al diablo en cada detalle. Hacen lo que sea para atar a satanás y arrebatar lo que este les ha robado. Tienen una cosmovisión dualista y errada de la relación entre Dios y Satanás.

Pablo, en cambio, acentúa la obra del Señor. Pone su foco en Cristo y nuestra nueva vida en Él.

A.- FORTALEZCÁMONOS EN EL SEÑOR:

Luego de hablar acerca de la nueva condición del creyente, de las bendiciones que tenemos en Jesús, del cambio que ha hecho Cristo en la historia, de como esta verdad debe hacernos vivir una vida familiar y social distinta, pasa a esta acotación: FORTALEZCANSE.

El apóstol nos llama a ser fuertes, sabiendo que el camino no esta ajeno de dolor y aflicción. La muerte, la enfermedad, la angustia, las consecuencias de nuestros y de los malos actos de otros, afectan nuestro peregrinaje, pero aún con todo esto, debemos tener esa fortaleza que proviene de Dios.

El mal existe, es real, lo vemos a diario en las injusticias, en la corrupción, en los asesinatos, en las guerras, persecución,  enfermedades, etc. La escritura nos muestra que Satanás está furioso, él ha sido vencido en la cruz y su fin es inminente, “sabe que le queda poco tiempo” (Ap 12:12). Pero “Cristo está muy por encima de todo, sean gobernantes o autoridades o poderes o dominios o cualquier otra cosa, no solo en este mundo sino también en el mundo que vendrá” (Efe 1:21 NTV), y Él debe ser nuestra fuerza.

B.- TOMEMOS LA ARMADURA DE DIOS:

Debemos también tomar la armadura de Dios para mantenernos FIRMES y no desviarnos, para poder ser fiel a Cristo sin titubear, para que en el día malo podamos mantenernos en pie.

B1- El cinturón de la verdad

Vivimos en una sociedad que no le importa la verdad, todo es relativo, todo esta bien y a la vez todo puede estar mal. No nos importan las grandes preguntas e interrogantes que se tenían en el ayer ¿desde donde venimos? ¿hacia donde vamos? ¿cuál es el propósito de la vida?, no nos interesa saber quien tiene la razón sino sólo defender nuestras propias opiniones, las cuales cambian según la moda y la mentalidad de cada época.

¿Qué es lo correcto? Como cristianos tenemos esa respuesta, porque se nos ha revelado la verdad: Jesús. No obstante, esto no anula el que nos falte conocer aún mas lo que Dios ha revelado especialmente en las Escrituras. Tenemos, cada quien, muchas opiniones que no se ajustan a esta verdad, mitos, ideas erradas, tradiciones falsas, etc. Es por eso que nuestra responsabilidad es buscar la verdad y someternos en todo al Señor de la verdad.

B2.- La coraza de Justicia

No sólo se trata de conocer la verdad libertadora de Jesús, sino que también debemos permanecer en esa verdad. Nuestra vida debe ser transparente a los ojos de Dios y de los demás. Dejemos atrás la mentira, y la hipocresía, seamos sinceros y pongamos en práctica el mensaje de Dios.

Vistámonos con la coraza de rectitud, nuestra vida debe mostrar los frutos de una verdadera conversión. Ya no somos los mismos de ayer, Dios produce obras de justicia en nosotros (Ef 2:10).

B3.- Calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz

Asi tambien nuestros pasos deben ser guiados por las buenas noticias de paz en Cristo. Como dice profeta Isaías: “Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas” (Is 52:7), somos ese mensajero que predica y comparte las buenas nuevas, el heraldo que proclama el evangelio en todo lugar. Pablo nos enfatiza a que nuestro andar este marcado por el compartir de Cristo, tanto con nuestras palabras como con nuestros hechos.

B4.- El Escudo de la fe

El escudo con el que se protegían los soldados romanos era un escudo que tapaba todo el cuerpo, de un metro de ancho  por 1,20 metro, lo cual era muy efectivo para apagar las flechas encendidas que se les arrojaban.

Vemos aquí una actitud pasiva acerca de los ataques, no es el cristiano el que debe atacar sino que es Dios, quien es fiel, es el que nos proteje por medio de la fe. Nuestros ojos no deben estar puestos en ir al campo enemigo en un ataque ofensivo, sino que nuestro llamado es a protegernos de los dardos del enemigo (Ef 6:16)  por medio de la fe en Cristo, quien actúa a nuestro favor.

Entonces nuestra confianza debe estar puesta en la obra de Cristo, en la fidelidad de Dios, sabiendo que  es Él quien guarda y proteja a su pueblo de toda obra de maldad. Como dice Santiago en su epístola “Por tanto, someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros” (Stgo 4:7)

B5.- Yelmo de la salvación y la espada del Espíritu

Nuestra cabeza debe estar guardada por el casco de la salvación, la protección final sabiendo que es Dios quien salva, Él ha ganado la batalla, estamos seguros en la palma de sus manos.

Por otro lado, tenemos al Espíritu que da poder a la espada, a la palabra de Dios. Debemos confiar en lo que Dios ha dicho, en sus palabras, en sus promesas, conocer lo que Él ha proclamado y ha ordenado.

Todo esta enlazado. Muchas veces las artimañas del diablo vienen por medio de la sutileza de distorsionar la Escritura, pero si estamos armados con su palabra, será muy difícil caer en su trampa.

Es importante tener una visión bíblica acerca del mal presente en esta creación caida. No ignoremos que Satanás esta como león rugiente buscando a quien devorar (1 P 5:8), mantengámonos firmes en su palabra, sometidos a Dios, orando los unos por los otros, fortalecidos en el Señor y recordando en todo momento que nuestro Rey es el que ha vencido, Cristo está sentado en el trono y podemos confiar  con toda certeza en él.

Foto: www.juan116.org

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