“Dad a Jehová la gloria debida a su nombre;
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”
Salmos 29:2
¡Cuán preciosa es para Dios la adoración! Tanto, que Él busca verdaderos adoradores, personas que le adoren en espíritu y en verdad. Pero la Biblia también nos habla de otro aspecto en que la adoración es bella y agradable ante el Señor, y a la cual nos insta hoy: la santidad.
¿Qué implica la santidad? Asumir un estilo de vida consagrado a Dios, apartado del pecado y de todo aquello que inclina nuestro corazón al mal; honrarlo cada día con lo que vemos, hablamos, comemos, ponemos atención, en las revistas que leemos, en los sitios web que visitamos; la consagración y una vida diaria envuelta en santidad es una manera cautivante de adoración que Dios espera de nosotros.
No somos santos para ser salvos, ya que la redención se recibe por la fe en Cristo Jesús. La santidad aflora como un fruto y evidencia de aquella salvación que nos fue dada inmerecidamente; a raíz que somos salvos y justificados por el Señor, nosotros anhelamos vivir una vida en santidad, dedicada a agradar a Su corazón, vivir como santos y justos sobre esta tierra por amor a Él.
Debemos rechazar la fealdad del pecado y sus hábitos en nuestra vida diaria; desecharlo, aborrecerlo y no retomarlo. Tenemos una nueva naturaleza espiritual, de tal manera que Dios nos capacita para caminar en santidad y tener comunión con su Hijo, cumpliendo Su llamado para nuestra vida. Así como Daniel, decidamos no contaminarnos, -aún si el mundo que nos rodea está completamente corrompido-, permanecer en Cristo, y agradar al Señor con todo nuestro ser.
Confesemos nuestro pecado, cambiemos nuestra actitud en arrepentimiento sincero y firmemente resuelto, y vivamos en consagración a Dios, adorándole en la hermosura de la santidad.
1 Pedro 1:13-16
“Por eso, dispónganse para actuar con inteligencia; tengan dominio propio; pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se revele Jesucristo. Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo.”